
Durante varios meses del 2023, Uruguay vivió una crisis hídrica sin precedentes. La falta de lluvia llegó al punto de perjudicar la calidad del agua en la capital, que, desabastecida de las fuentes de agua dulce, debió bombear agua del Río de la Plata, agua mayoritariamente salada, para uso cotidiano e industrial.
Esto no solo develó la falta de gestión y organización del estado respecto al agua y a su accesibilidad, su potabilización y los procesos que eso conlleva, sino que también puso de manifiesto el despilfarro y la grotesca entrega de este recurso primordial a las grandes corporaciones industriales.
Ante esta situación escandalosa, no pude dejar de alzar la voz y la imagen, desde mi humilde lugar, esperando que a alguien pudiese ayudar a entender la situación y encontrar compañía en la indignación. A continuación presento el material que desarrollé en esa época, que sigue presente en mí y cuya temática ya nunca dejará de ser una preocupación inminente. Además, es algo de lo cual aún resta mucho por saber y por hacer, así que esto es solo el comienzo.

Lo primero fue la urgencia. ¿Qué estaba haciendo el gobierno? Todas las autoridades que se refirieron al tema lo hicieron de manera negligente, defendiéndose con que ellos no podían hacer llover. Literalmente eso. Era demasiado fuerte en sí mismo como para buscar figuras retóricas o símbolos. A eso le siguió continuar informándose, y profundizar un poco en ese afiche tipográfico con una frase corta pero contundente. Fue un desafío mantenerse conciso, pero llevó a que la espontánea investigación que se llevaba ratos de cada día fuera más concreta, con el objetivo de entender qué postura tomar y ser sintético y consecuente con esta.

Las imágenes fueron apareciendo con los días, junto con el aumento de la información y por ende la conciencia de la gravedad de la situación. De a poco se iban sabiendo cada vez más los efectos de esta agua no potable que salía de las canillas, a corto y largo plazo, su corrosión de los electrodomésticos y la imposibilidad de consumirla siquiera hervida. La sensación era la de un robo a mano armada, justificado por razones que son causa pero no única. Y no parecía dársele la gravedad suficiente al asunto por parte de los medios (oh sorpresa), y por ende en el resto de la sociedad. ¡El agua es la vida! ¡Nos estaban quitando la vida!


En el proceso, también pude reflexionar sobre la causantes de esas causantes, como la sequía. Escuchando a profesionales de todo tipo en redes y la radio, me pareció interesante hacer un afiche sobre el modelo agroexportador, el monocultivo y la insostenible industria forestal que, irónicamente, sostiene la economía uruguaya. No es casual que no llueva, si no se cuidan la tierra y los cauces de agua. La tala indiscriminada, los desvíos hídricos, el exterminio sistemático del monte nativo, todos son factores que alteran los ecosistemas, y la lluvia es parte de éstos.


Afortunadamente, nada de esto quedó en el impulso individual, y me propusieron, junto con otrxs artistas, serigrafiar y salir a pegar por las calles de la ciudad.
La crisis pasó su peor momento, pero dejó aprendizajes, sobre el agua, sobre la política que la rodea y sobre el diseño como una voz presente en las luchas sociales. Los afiches fueron bastante difundidos por redes en distintos momentos, y la presencia en la calle seguro atrapó miradas e interpeló a quienes los observaron. El diseño como acto de protesta debe estar presente en las calles y en el debate público, debemos aprovechar no solo el potencial comunicativo de hacer diseño sino también su poder de organización comunitaria en pos de un fin común.

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